Son bastantes los
comentarios que he leído en foros acerca de corredores que padecen ataques de
pánico, también llamados ataques de ansiedad, y seguro que también son muchos
los que dejaron de correr porque empezaron a padecerlos.
Como no he encontrado
muchos artículos dedicados al tema, me he propuesto escribir uno basado en lo
que estoy leyendo y la experiencia personal que estoy viviendo con ello.
La mayoría comentan lo mismo
que me está ocurriendo a mí. De repente, ya sea corriendo o caminando, un día comienzas a padecer algo que nunca te había ocurrido antes pese a
que desarrollas esa actividad durante mucho tiempo. Los síntomas que todos
padecemos son parecidos: molestias en la parte izquierda del pecho, corazón
acelerado, ansiedad, respiración entrecortada y en algunos casos, mareos y
hasta desmayos. Muchos vamos al médico, este nos envía al cardiólogo
y no nos detectan nada, el problema es psicológico.
En mi caso, todo empezó
hace más de 6 meses cuando comencé a padecer ataques de pánico en el trabajo
que tenía por entonces. Tras dejarlo, por estos problemas y recomendación del
doctor, me tomé un tiempo de descanso en el que mejoré bastante, pero noté que
ante ciertas situaciones de estrés me mareaba, y con mi posterior mudanza a Rio
de Janeiro, una ciudad nueva, con un clima muy cálido, menos seguridad en las
calles que en Europa y un sinfín de diferencias, la ansiedad se apoderó de mí,
hasta el punto de que un día iba caminando por la calle y tuve un ataque de
pánico que casi me llevó a perder el conocimiento. Tengo que
dar las gracias a dos chicos que me ayudaron en aquel momento, el cual me
afectó bastante psicológicamente, llevándome a tener miedo hasta de salir a la
calle y que, posteriormente, ha afectado a mis hábitos de correr (y mi vida
cotidiana), como ya comenté en entradas anteriores. Por suerte, ya estoy
comenzando a superarlo gracias a la medicación y a los consejos de una psicóloga.
El miedo a los ataques de
pánico a la hora de correr me lleva a salir de forma más reservada, pero al
mismo tiempo, me está enseñando a prestar más atención a la reacción de mi
cuerpo y llegar a entenderlo mejor. Para mejorar hay que forzar, pero hasta
forzándose hay que ser moderado. Al principio era horrible, salía a correr con mucha
intensidad, quedaba exhausto y me sentía sin fuerzas para volver a casa corriendo, entonces sentía pánico y no sabía cómo reaccionar, mi casa parecía
estar en un lugar muy lejano, imposible de alcanzar. Sentía una mezcla de cansancio, calor y miedo que no sabía si interpretar como algo normal o si estaba empezando a
padecer algún ataque, lo pasaba realmente mal, mi corazón se aceleraba y me
mareaba. Era algo infernal.
Personalmente, me niego a hacer lo que comentan otros corredores,
aunque les entiendo, me refiero a salir a correr llevando un ansiolítico en el
bolsillo. Esto puede aportar seguridad, pero no estoy dispuesto a volverme
dependiente de la medicación. Lo que siempre hago es salir con una botella de
agua con azúcar y un poco de sal, porque los ataques de pánico suelen consumir
todo el azúcar disponible y eso es lo que produce los mareos (y si se llega al
extremo, los desmayos), el azúcar ayuda a relajarse y, al mismo tiempo, llevo una barrita de cereales en el bolsillo.
En alguna ocasión he
llegado a parar cerca de algún bar, sentarme, tomar alguna bebida azucarada,
comer algo rápido y relajarme hasta sentirme capaz de volver caminando. Esto me ha ayudado a ganar mucha seguridad y darme cuenta de que los ataques de pánico llegan de forma inesperada y, del
mismo modo, desaparecen de forma inesperada cuando nos relajamos y nos damos
cuenta de que no hay ninguna amenaza real para desesperarse y perder el control.
Por suerte, cada vez me encuentro
con más recursos para lidiar con este problema, lo cual ayuda a que cada vez
los síntomas sean menores y me vuelva a sentir casi tan cómodo como antes
cuando salgo a entrenar.
En resumidas cuentas, si
algún consejo puedo dar a quienes estén padeciendo el mismo problema en estos
momentos, es enfrentarse a él, encontrar sus propios recursos lógicos
para entender lo irreal de ese pánico y descubrir su propia manera de recuperar
la seguridad y, por supuesto, tratar con profesionales que nos darán las claves
para saber de qué manera plantearnos la situación. La adrenalina es una
sustancia vital para reaccionar ante situaciones de peligro, pero debemos hacerle
entender a esta, que cuando no hay peligro, debe permanecer calmada.
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