En la mayoría de países, salvo que se llegue
con un gran nivel lingüístico o con una beca para trabajar en alguna
universidad, la mayoría empezamos en el sector de la hostelería, como
friegaplatos o como camareros, si nuestro nivel es un poco más elevado. La forma
en que se dirigirán a nosotros los compañeros de trabajo no será igual a la que
lo hacía el profesor en la academia de idiomas, que estaba orientada a
estudiantes. Lo que escucharemos en el trabajo será el idioma que todos utilizan
habitualmente y se convertirá en una fuente muy rica de expresiones.
Con el paso del tiempo iremos
comprendiendo mejor, hasta que pasados unos meses, nos sorprenderá que podemos
entenderlo casi todo y ser entendidos en la misma medida. Y es que la ventaja
de trabajar mucho tiempo con las mismas personas y en el mismo contexto es que
acabamos aprendiendo la forma de hablar de los otros, así como el vocabulario y
las expresiones que se utilizan con más frecuencia, lo cual facilita mucho la
comunicación.
Para encontrar mi primer empleo tuve que ir
repartiendo currículums por todos los restaurantes y cafeterías de la ciudad.
Muchas veces, los encargados intentaban mantener una conversación conmigo, pero
se daban cuenta de que mi nivel era demasiado escaso y no me contrataban. Hasta que
un día encontré a alguien que sí me quiso dar una oportunidad, aunque me tocó trabajar fregando platos, estaba muy a gusto. Como el salario mínimo era muy alto, se
ganaba un buen sueldo y me permitía ir aprendiendo la lengua poco a poco. Tuve suerte de que muchos de mis compañeros fuesen
hispanohablantes y me explicasen cómo funciona todo y el nombre de muchas cosas
que desconocía.
Mi
jefa, al principio, estaba cansada de mí porque me hablaba y yo no entendía prácticamente nada.
Pero estos son los gajes de ser aprendiz. Hay que pasar por ello. La
consecución de cualquier meta siempre conlleva el superar situaciones engorrosas.
Pasados
unos meses, cuando mi inglés empezó a ser mejor y mi jefa estaba menos
frustrada al dirigirse a mí, fue con ella con quién me di cuenta de que ya me había convertido en un hablante de inglés. Un día me dijo: “Tú hablas bien inglés”. Y yo
le respondí que no. Ella añadió: “Entiendes cuando te hablan y te
entienden cuando hablas. Eso es hablar inglés”.
Y pensé: “Tiene razón, eso es hablar inglés. No hace falta ser bilingüe”.
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