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La literatura como evasión de la neoinformación

Dicen muchas personas que aquellos a los que les gusta mucho la fantasía o la ciencia ficción no son más que personas débiles que necesitan huir de la realidad. Yo, personalmente, no estoy de acuerdo, aunque sí creo que habrá quién sea así. En mi caso en particular se está convirtiendo en eso, de forma plenamente intencionada y estoy muy feliz de ello.


Saturado del mundo que me rodea, un mundo que ha sucumbido al disparate de las redes sociales: un lugar en el que se intenta que la excepción se convierta en la norma, un lugar en el que los que no sienten el éxito social que les gustaría inventan otro yo para resarcirse, un lugar en el que cabe el mundo al revés y lo peor de todo, un lugar que la política y distintos medios de información están tomando como referencia.

Esto último es el mayor suicidio intelectual que se recuerda y espero que, al menos, en el futuro seamos conscientes de ello.


Yo nunca pensé que lo que se hablaba en Twitter fuese a salir de Twitter. Empecé a asustarme cuando conversando con amigos que decían no tener cuenta de Twitter daban argumentos que eran prácticamente tuits que yo había leído con anterioridad. Pero lo peor no es eso, pues hay mucha gente que no anda por ese tipo de redes sociales. Lo peor es que algún día, por alguna extraña razón, la política y los grandes medios de información, en lugar de tener como referente a las personas de a pie, a la calle, empezaron a luchar por el éxito en redes sociales. Y todo esto nos lleva a la tuiterización de la sociedad y a una batalla campal por captar la atención de los ciudadanos.

Políticos, youtubers, periodistas y muchos medios de prensa están haciendo lo que haga falta hacer o diciendo lo que haga falta decir para ser TT y que su contenido se comparta hasta la saciedad por las redes.

La calidad informativa queda en un segundo plano, lo importante es tu atención y tu interacción con su contenido.


Hace aproximadamente un año, descubrí la literatura fantástica; a la de ciencia ficción siempre fui aficionado. Y aunque no era un lector empedernido, he acabado convirtiéndome en ello y es la mejor forma de evadirse de la "realidad" que he encontrado.

Empecé a saturarme de la "realidad" cuando vi a políticos tuiteros (y no me refiero a que tuitean, sino cómo hablan), percibí que algunos medios de comunicación que un día tuvieron gran prestigio comenzaron a publicar las noticias más populistas que hubiese imaginado con el fin de crear polémica en redes, y los youtubes, que parecían la gran alternativa, si quieren seguir estando arriba y en boga no les queda más remedio que acabar hablando de lo que se habla en todos los lugares. Y llegamos a la cuestión principal, la que ha colmado mi vaso: la desmedida alarma del coronavirus.


Con el "cambio climático" o "emergencia climática" (que vende más decirlo así) ya me iba saturando de sobreinformación. Es sorprendente pero todo el mundo se lanza a opinar: expertos que dan por demostrado que existe, expertos que dan por demostrado que no existe y en medio lo de siempre: políticos tuiteros, medios de comunicación buscando escribir la noticia viral y muchísimos youtubers que tratan las más diversas temáticas enlazando aquello de lo que hablan con la "emergencia climática", para así poder llegar a más gente.

Y ahora el coronavirus se está llevando la palma y es lo que me ha llevado a "La literatura como evasión de la neoinformación", como dice el título de este artículo.

Siempre se había dicho que si no te gusta lo que emite un canal, puedes cambiar de canal o si no te gusta lo que hay en televisión, puedes apagarla y hacer otra cosa. Lo que me he encontrado por primera vez es la imposibilidad de evadirme de un asunto.

No veo la televisión desde hace años, pero entro en Youtube y me encuentro a muchísimos hablando de lo mismo, la gente no habla de otra cosa, prensa igual, hasta la prensa deportiva. Hay que estar en boga y hay que hablar del asunto, como si no hubiese otra cosa. Pero lo que realmente se hace no es dar información detallada, sino ir contando el número de infectados, el número de muertos y el número de nuevos países que descubren a alguien infectado.


Hace una semana me propuse cortar radicalmente con cualquier fuente de información. Desde entonces tan solo velo lo que dicen algunos booktubers, leo bastante literatura fantástica y de ciencia ficción y entro en páginas webs o blogs de cultura o literatura, y lo que estoy descubriendo es la cantidad de toxinas informativas que tenía en mi mente y están desapareciendo. No solo por el coronavirus sino también por el feminismo (en realidad debería decir por los feminismos, ahora parece que hay miles de ellos), la emergencia climática, el separatismo, el nacionalismo, los conflictos internacionales... Ahora me estoy dando cuenta de que aunque creas que la información que te ponen no te está afectando a ti, sí lo está haciendo, pero solo te das cuenta cuando te evades durante un tiempo de forma radical.

No sé cómo acabará el coronavirus, pero sí tengo muy claro que una nueva alarma social está a la vuelta de la esquina, y luego otra, y luego otra, y luego otra... Es la neoinformación: "lo que haga falta para captar la atención" y, lamentablemente, aquello que nos ponga en peligro o nos irrite de forma desmedida siempre será carne de cañon.


Sin más dilación, os dejo porque me tengo que ir a correr y cuando vuelva continuaré con una novela que estoy leyendo de Kim Stanley Robinson, Marte Rojo; que me está ayudando a eliminar toxinas informativas y pasar un buen rato, mientras la vida pasa entre noticia y noticia apocalíptica.



1 comentario:

  1. ¡Cuánta razón tienes! Me encontré con tu blog por un post de twitter –escapando de las noticias del corona virus– , la buena noticia es que hay todavía personas que aportan cosas provechosas, en lugar de seguir en el morbo. Y es verdad, en lugar de quedarnos temerosos con las noticias, usemos el tiempo para nutrir nuestras mentes y espíritus. Yo por mi parte estoy releyendo unos clásicos: El Aleph, Crónica de una muerte anunciada, la Divina comedia y hoy comienzo con el eterno Adam. Suerte Sergio y saludos desde Ecuador.

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