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Media Maratón de Madrid 2011


     Iba a ser la segunda media maratón que hago en mi vida, y curiosamente la segunda  en menos de un mes. Además de la prueba atlética de más prestigio y con mayor número de participantes en la que había participado. Por si fuera poco batió su propio record de asistencia con casi 15.000 corredores. Me propuse darlo todo y superar los 1:51:00 de la anterior. Era el gran día. Anuncié en Facebook que pretendía bajar del 1:50:00 y el día antes fui narrando todo lo que hacía, desde ir a la recogida de dorsal, como las comidas que tomaba y a qué hora. Todo estaba preparado, nada podía salir mal. Llevaba mucho tiempo esperando este momento. Por un lado, no me sentía muy fresco dado el reciente esfuerzo de la última carrera, por otro lado, había intentado equilibrar suficiente entrenamiento con suficiente descanso. Me levanté muy temprano, sobre las 7 de la mañana, bebí un café y empecé a calentar en casa durante una media hora. Para desayunar: frutos secos y  yogur griego con miel. No dormí tanto como me hubiese gustado pero me encontraba bien,  fuerte. Una vez allí me impresionó la cantidad de corredores. Curiosamente estábamos en el mismo lugar en el que corrí mi primera carrera. Nos pusimos en la fila de salida. Los primeros atletas comenzaban a salir; tardamos unos siete minutos hasta que pudimos cruzar la línea de salida, había demasiada gente, era difícil tanto el correr como el adelantar. Al comienzo llevaba un buen ritmo, me mantuve así durante la mitad de la carrera, conocía ese tramo, había entrenado muchas veces allí. Al llegar al km. 11 pensé que tenía que acelerar para poder llegar en el tiempo estipulado. Aumenté el ritmo, iba bien, estuve así unos dos ó tres kms, después, tras una subida tuve que frenarme un poco. Empezaba a sentirme cansado. Pero en cuanto recuperé algo más de fuerzas, decidí volver a intensificar el ritmo. No podía fallar. Así me mantuve hasta que llegué al km. 17. Era la recta final. La hora de la verdad. Todo estaba siendo perfecto. El momento culminante, la hora de saber si lo conseguiría. Todavía me encontraba fuerte, era capaz de correr deprisa, mi cuerpo me estaban respondiendo especialmente bien. Miré mi reloj y vi que si mantenía una media de 5 minutos por kilómetro podría conseguirlo. Estaba corriendo en llano, era una recta muy larga que me permitía ir bastante rápido. Todo iba a mi favor. Tras la recta venía una cuesta hacia abajo bastante larga, aparentaba ser tan fácil. De todos modos, no quise confiarme porque sabía que al final me iba a encontrar una subida, aun sin saber cómo era, me dijeron que sería muy dura. Mientras tanto, no paraba de ir mirando mi reloj e ir haciendo cálculos. Tras haber ido a toda velocidad llegó la cuesta. Las cuestas son algo que causa mucho temor a la mayoría de corredores, a mí en cambio, me gustan, me hacen sentir seguro, cuando hay una cuesta me gusta incrementar el ritmo y ver cómo adelanto a los demás. Me hace sentir fuerte. Y allí estaba mi cuesta, era la hora de empezarla, pero esta empezaba después de 19 kms. Comencé a subir y de repente sentí que me faltaban las fuerzas, apenas podía seguir corriendo, era algo que no había experimentado aún, por momentos me sentía mareado y veía como era yo al que adelantaban, la cabeza me daba vueltas y oía vagamente los gritos de ánimo de la gente. De forma casi inconsciente mi cuerpo continuaba cuesta arriba, mi cabeza decía: “no puedo más, para”, pero mi cuerpo, sobre todo mis piernas seguían y seguían como por inercia, estaba llegando al final de la cuesta y de repente empecé a pensar que no iba a poder seguir, a tan sólo 2 kilómetros de la meta pensé que el desmayo era algo inevitable, pensé que lo más prudente era dejar de correr, pensé que quién me había mandado a mí meterme en esto, pensé en abandonar o seguir andando. Pero al mismo tiempo me acordaba de toda la gente que me daba ánimo, tanto de mis amigos a través de Facebook, como de la gente que sale a la calle a apoyarte. Todo pasaba por mi cabeza en cuestión de segundos.  Por momentos intentaba asumir el fracaso de no poder acabar o de acabar en un tiempo por encima del esperado. Pero si algo me caracteriza como persona es mi capacidad de conseguir las cosas que me propongo, así que seguí como puede, me quité la cinta elástica del pulsómetro del cuerpo, todo me sobraba, no me importaban mis pulsaciones, me la lié en la mano y la apreté fuertemente con el puño. Continué como pude hasta el final de la cuesta y una vez en llano seguí sin parar hasta que experimenté una pequeña recuperación. Ya estaba dentro del parque del Retiro, punto de salida y llegada, "sólo 2 kilómetros más” me decía a mí mismo. Cada metro era infinito, cada paso parecía el último que iba a ser capaz de dar, pero después venía otro y otro y después uno más. Así continuaba sin parar por los dos infinitos últimos kilómetros. Miraba al reloj una y otra vez, cada vez había más gente animando, y yo cada vez veía más cerca la posibilidad de acabar aunque por momentos pensaba que iba a caer al suelo. Llegó una pequeña bajada y fui capaz de acelerar un poco más, la meta parecía no existir. Pero finalmente, tras acabar una parte en curva, llegué a una recta al final de la cual podía intuir que estaba la meta. Vi como se llevaban a un señor en camilla,  algo realmente duro. Era una recta estrecha complemente llena de gente a los lados, gritando, insuflándote esa fuerza que tú ya no eres capaz de encontrar por ti mismo. Miré al fondo, miré a mi reloj y marcaba 1h 48 min y algunos segundos, no sabía si iba a llegar antes del 1:50:00, no podía más pero mis piernas no paraban, ese día parecían estar hechas de un material especial. Esprinté todo lo que pude. La meta cada vez más cercana, los gritos de la gente ensordecedores. De repente, una vez más levanté la cabeza, miré mi reloj de muñeca, miré al frente, miré el reloj de la carrera, cerré los puños lo más fuerte que pude en señal de victoria, levanté las manos, crucé la línea de meta y vi que había llegado en 1:49:21, no me lo podía creer; lo había conseguido. Estaba muy mareado pese a haber parado, pensé que me iba a dar una lipotimia. Me comí un plátano, bebí un poco y me fui recuperando lentamente, estaba destrozado pero  acabé la carrera, lo hice en el tiempo que me había planteado y la que iba a ser mi mejor carrera lo acabó siento.

7, 14, 21

  


Finalmente fueron 21. Acabo de llegar de mi primera media maratón, la XXXI Media Maratón de la Ciudad Universitaria, una de las pruebas más antiguas que se celebran en Madrid. Tiene la peculiaridad de constar de 3 vueltas a un circuito, de 7 kilómetros cada una, de ahí su nombre popular  “ la 7, 14, 21” ya que ofrece la posibilidad de dar las vueltas que uno quiera. En mi caso, el objetivo era realizarla al completo.   



La carrera era distinta a todas las que he corrido hasta ahora, no se desarrollaba por dentro de la ciudad, lo cual he echado de menos. No se veía a tanta gente animando y el paisaje se repetía una y otra vez,  pero al mismo tiempo daba la sensación psicológica de que cuando había hecho dos vueltas el hacer una más parecía algo fácil, mientras que si me hubiesen dicho que quedaban 7 kilómetros, tal vez, me habría parecido más complicado. 



En principio, gracias al incremento tanto en intensidad como en duración de los entrenamientos, comencé la carrera con la plena seguridad de que la iba a acabar. La primera vuelta conseguí hacerla en unos 38 minutos, me daba la impresión de ir un poco más rápido de lo que debiera. La segunda  vuelta fue más de lo mismo y al comenzar la tercera me encontraba bien, pero posteriormente comencé a sentir mucho cansancio,  las piernas cada vez me dolían más y a falta de 5 kilómetros tuve por primera vez la sensación de que posiblemente dejarían de responderme y no acabaría la carrera. En ese estado aguanté lo que pude, me fui sintiendo un poco mejor  y a falta de 2 kilómetros conseguí  dar un pequeño sprint que me ayudó a coger la confianza de que llegaría a la meta y además haría un buen tiempo. Y así fue,  llegué en 1:51, tiempo más que aceptable para mis expectativas. Ahora me encuentro en casa redactando esta entrada con el mayor dolor de piernas que recuerdo pero sabiendo que he superado un nuevo objetivo.





A la tercera fue la vencida




 La XV Vuelta pedestre a Tres Cantos,  tras la carrera Madrid corre por Madrid 2010 y la carrera XXXI Trofeo José  Canillejas, ha sido la tercera en la que he participado y la primera en la que iba como inscrito. Era un recorrido un tanto peculiar, de 15 km, de esos de los que apenas quedan, por desgracia, y además lleno de altibajos. En esta carrera el número de  corredores no llegaba a 2.000, además, la media de edad era bastante más baja que en las anteriores y  muchos de los corredores parecían estar muy en forma, lo cual, en un principio me causó cierta sensación de inferioridad. 

 



Desde la salida comencé con un ritmo un poco rápido para lo que estaba acostumbrado. Pensaba que tenía que reducir un poco, pero veía a los demás ir demasiado rápido, así que intenté mantenerme, aún quedaba mucho hasta el final. Llegado el  km 5 y tras pasar por el avituallamiento, dar un trago a la botella de agua y echarme el resto por la cabeza, como de costumbre, me di cuenta de que tenía muchas más energías de las que pensaba. Era uno de esos momentos en los que te sientes especialmente fuerte, de modo que decidí acelerar el ritmo y para mi sorpresa no solo lo conseguí  sino que me mantuve hasta casi el final de la carrera. 



No me podía creer la cantidad de corredores a los que iba dejando atrás, me sentía cansado, los kilómetros cada vez parecían más largos pero la motivación y las ganas no me dejaban parar. Fue un sprint que no esperaba, uno de esos momentos que te aportan grandes dosis de satisfacción. 



Finalmente conseguí llegar en 1:14:22 con un promedio de 4:59 minutos por km, un tiempo que para nada había esperado. Llegué extasiado, los últimos metros me parecieron  kilómetros y tras cruzar la meta sentía que había agotado hasta la última gota de energía aunque estaba realmente satisfecho;  la hazaña personal estaba hecha.

Mi primera carrera

     El domingo (26 septiembre) corrí la que ha sido mi primera carrera, fue la carrera popular Madrid corre por Madrid 2010. El ambiente era sensacional, una gran cantidad de corredores de todas las edades, un gran ambiente, un día soleado y sobre todo el sueño cumplido de volver a sentirme dentro del mundo del deporte y compitiendo otra vez. Mi estado de forma está todavía muy lejos de lo que me gustaría pero este primer año realmente me lo voy a plantear solo como una primera toma de contacto. Nunca alcanzaré grandes tiempos, pero claro está, que lo mejor de todo es que el principal rival a superar siempre es uno mismo. Así que salí tranquilamente a disfrutar de la carrera y olvidarme del tiempo, lo importante era llegar a la meta, después de todo creo que era la primera vez en mi vida que corría diez kilómetros. Fue un día muy especial, era distinto, se veía a toda la gente sonriente y feliz, algunos como yo no nos pudimos apuntar porque se nos pasó el tiempo, pero a quién le importaba eso cuando lo interesante era pasar un buen rato. La sensación de ver como había unos animando, otros tomando fotos, la belleza del recorrido por el centro de Madrid y el sentirse dentro aquello, será un momento para recordar. Al final llegué a la meta en aproximadamente 55 minutos y la verdad me sentía el más feliz de todos, podría haber tardado algo menos pero había que disfrutar de esa carrera al máximo, cuanto más lejos estuviese la meta mejor porque jamás la olvidaré. Ha sido la primera de muchas, estoy seguro de ello, y si alguna sensación se quedó por encima de otra al final de la misma, fue el saber que acabo de descubrir un mundo de lo más interesante. Un mundo dentro del cual quiero estar. El correr como forma de superarse a uno mismo.