Desde hace años leo blogs sobre especialistas en idiomas, especialmente traductores. He aprendido mucho con ellos, de hecho, fueron los que me inspiraron para comenzar con este blog (hablaré un poco sobre esto en un ebook de esos que no va a leer nadie sobre blogging que espero publicar este año). Cuando empecé a leer esos blogs yo quería trabajar como traductor y recuerdo que leía muchos artículos acerca del intrusismo profesional, de que por ser bilingüe no eras mejor profesional, bajos salarios por culpa de personas mal cualificadas... En 2014 llegué a Brasil y pude empezar a ganarme la vida trabajando exclusivamente como profesor de español e inglés. Por cierto, si tenéis interés en saber qué hacía hasta ese momento, lo he escrito en otro ebook de esos que nadie lee (sí, esto es autopromoción, pero es que viene muy al caso; y no pongo una de esas caras sonriendo porque en los textos medio serios no me gustan).
A medida que sigo leyendo esos blogs, me sigo encontrando muchos posts sobre reclamaciones de lo comentado anteriormente. Como aparecen con tanta frecuencia y siempre escritos por profesionales-titulados y nunca desde la otra perspectiva, me he propuesto escribir una réplica con el fin de dar un punto de vista desde el otro lado. También aclarar que yo no tengo titulación en idiomas, tan solo estudié un año a través de Open University (Languages Studies) e hice un curso de traducción hace algunos años. Viví 5 años en Irlanda e Inglaterra, 2 en Francia y vivo en Brasil desde 2014. Ya hice algunos pinitos como traductor, pero me dedico a la enseñanza exclusivamente en estos momentos.
Dicho esto, abróchense los cinturones y allá vamos (aquí correspondería otra cara de esas que no pongo).
1. Cuando eliges una profesión debes tener claro cómo es ese mundo profesional en el que te vas a desarrollar. Si te dedicas a los idiomas o a la informática debes tener claro que son profesiones en las que mucha gente sin haber pasado por la universidad te puede hacer competencia. Si estudias medicina o derecho, no. Y no son las únicas, imaginaos que solo pudiesen ser camareros o periodistas personas con formación específica. ¿Una persona que estudió historia o filosofía solo puede profesor?
2. No se le pueden ni deben poner trabas al empleador. Si tienes una empresa de traducción o una escuela particular de idiomas, debes poder contratar a quien mejor encaje en el perfil que necesitas, y el diploma no tiene por qué ser prioritario.
3. Basado en el punto 2. "Entonces, ¿para qué he estudiado una carrera?". Pues para tener más conocimientos y por lo tanto ventaja en una prueba de selección, pero si pese a ello otra persona tiene un perfil más apto que el tuyo, lo único que se puede hacer es seguir intentándolo. Un buen ejemplo lo he vivido este mes. Una agencia estaba buscando subtituladores, ese sector tan en alza que nunca me llamó la atención. No pedían experiencia. Me apunté, me mandaron una prueba y ni la voy a entregar, simplemente, como no tengo formación en ese sector, tras muchas horas peleándome con el software llegué a la conclusión de que no podría hacerla bien. Supongo que quien fue a la universidad sí podría haberla hecho. Ventaja.
4. El conocimiento no es exclusivo de la universidad. Es cierto que quien pasa por la universidad aprende más y, en teoría, mejor, pero hay muchas personas que no van a la universidad y son grandes profesionales, les basta con la formación profesional o, simplemente, son autodidactas. Sus conocimientos y sus habilidades deben ser aprovechables. Creo que también es importante destacar que la presión de la universidad no es igual a la presión del trabajo, se puede ser muy bueno en uno y no tanto en otro.
5. A veces el problema no lo crean personas que entran en el sector sin tener una cualificación específica. Con esto me estoy refiriendo a esas agencias que pagan dos duros por trabajar con ellas o esas páginas de freelancer con tantos empleos por un duro y medio. Muchas personas piensan que esos empleos existen porque personas poco cualificadas los cogen. Las personas poco cualificadas no los cogen porque se encuentran profesionales cualificados por esos dos duros. Yo he estado inscrito en esas páginas, me he candidatado a muchas ofertas y ni me han respondido, siempre encuentran a algún profesional por ese precio.
Durante un año pagué Proz.com y recibí ofertas irrisorias por parte de varias agencias de distintos lugares del mundo, aunque considero Proz.com una plataforma muy seria.
6. Sobre los nativos. Aunque depende del nivel de conocimiento de cada uno, supongo que en la traducción se nota menos que en la enseñanza de idiomas. Yo enseño inglés (como no nativo) y español (como nativo) y hay que reconocer una cosa, los nativos tienen una ventaja casi insuperable. Es duro, pero es así. Cuando doy clases de inglés de nivel avanzado es complicado incluso para mí que soy el profesor, cuando preparo a alumnos para TOEFL o TOEIC algunas cuestiones son sumamente difíciles de responder. En español no hay el menor problema.
A la hora de contratarme es igual, en inglés compito con mucha gente y es difícil conseguir muchos alumnos, en español es infinitamente más fácil, existen personas que solo contratan a nativos. Los extranjeros no necesitan aprender morfosintaxis, quieren oír a alguien con la fluencia y la pronunciación de un nativo. Esto creo que es algo que en España muchas personas no han entendido todavía, seguimos enseñando la lengua como una rama de las matemáticas llamada gramática.
Si me ponéis el ejemplo de un nativo analfabeto y un no nativo de inglés especialista en Shakespeare, pues vale, pero no creo que sea lo más común. Además, para que te contraten tienes que pasar una prueba de selección, si no muestras cierto grado de valía, no hay trabajo.
7. Hay sectores exclusivos para los titulados en el sector de los idiomas, y me parece bien. Todo el que pasa una oposición; institutos, universidades privadas u organismos internacionales no te contratan si no tienes el título correspondiente y en alguna rama de la traducción necesitas pasar una prueba para poder ejercerla. Los demás nos tenemos que pelear en la jungla del sector privado.
8. Estamos creando una peligrosa sociedad "low cost". Esto se sale un poco del tema y lo trataré con más detenimiento en otro momento. Todos somos consumidores y trabajadores a la vez. En la sociedad se va imponiendo siempre lo que es más barato y lo más barato siempre implica que en la cadena productiva se ha eliminado a alguien (menos empleo) o se le paga menos. Nos ponemos felices cuando compramos muy barato y tristes cuando no nos quieren pagar bien. Sobre lo de trabajar gratis para coger experiencia, está bien, pero todo tiene sus límites. Recientemente alguien se quejaba en LinkedIn diciendo, con toda la razón del mundo, que se están haciendo gratis o casi regalados trabajos muy profesionales bajo el "es por hobby" o "es solo para ganar experiencia". A veces nos quejamos de bajos salarios, pero dedicamos muchas horas a trabajos no remunerados, además, para empresas que tienen dinero de sobra para pagar.
Hasta aquí mi punto de vista del asunto. Espero vuestras opiniones y gracias por vuestro tiempo.
la opinión de una traductora: http://aquisetraduce.blogspot.com.es/2017/11/el-intrusismo.html
ResponderEliminar:)
Buena aportación al debate y muy interesante. Hay casos realmente llamativos, como el tuyo.
ResponderEliminarme parece que, en esencia, estamos de acuerdo.
ResponderEliminarCreo que sí :)
EliminarMe siento totalmente identificada con tu artículo, muy bueno
ResponderEliminarMe alegro. Muchas gracias.
EliminarMuchas gracias por este artículo. Yo también soy de esas intrusas... Yo sólo estudié periodismo, y además, lo estudié como se hacía entonces: logrando convencer a un jefe de redacción que te hiciera una prueba… y quedándote a trabajar al día siguiente si le había gustado.
ResponderEliminarLlevo más de veinte años traduciendo. Y soy buena. No lo digo yo, lo dicen los clientes que durante años han confiado en mí para difundir sus obras. Lo dicen jefes de proyecto que se han visto abogados a trabajar con una “amateur” a regañadientes y me acababan enviando mensajes que no eran más que halagos por la calidad de mi trabajo. Por una comunicación y un esmero por encontrar el matiz perfecto que “nunca había visto antes”. Por un acabado tan bien hecho que ya sólo quedaba enviarlo a publicar.
Pero hoy en día me cuesta encontrar nuevos encargos.
Tras haber perdido a mis mejores clientes (uno falleció, uno se jubiló, uno perdió el patrocinio de la gran multinacional que financiaba un blog de divulgación científica, el cuarto siendo un museo nacional que por recortes presupuestarios tuvo que renunciar a presentar sus trabajos y exposiciones en cuatro idiomas), me encuentro perdida en una jungla en la que el machete que puedes usar para abrirte paso es una etiqueta oficial pegada en la frente que diga “traductora”.
La carrera de traducción e interpretación es bastante reciente. De hecho, me parece que en mis tiempos de juventud, ni existía, o tal vez sólo empezaba a impartirse en unas pocas academias privadas.
¿Quiere decir eso que todas las traducciones anteriores eran malas, malísimas?
¿Quiere decir eso que no hay buenos traductores nacidos antes de 1980?
Es lógico pensar que en algunos sectores especializados haga falta una formación específica: en los ámbitos jurídicos, médicos o tecnológicos, por ejemplo.
¿Pero para la traducción general y literaria? Un “intruso” con una pluma fluida y rica siempre lo haría mejor que un licenciado demasiado literal. Traducir es trasmitir… pero no trasmitir únicamente palabras, que para eso existen los traductores automáticos que pululan por internet.
Tenemos que trasmitir ideas, emociones, mensajes, efectos de estilo, transponer culturas... tenemos que vampirizar la mente del autor ─y dejarnos vampirizar por la suya─ para permitirle comunicar con un nuevo público.
Si se consigue hacerlo, será un buen trabajo. Pero además de trabajar a consciencia, hay que tener cierto talento.
Y el talento, no se otorga junto con la diplomatura.
Los que hayan pasado por los bancos de la universidad sí tienen ventajas: han aprendido a usar herramientas TAO, les han enseñado a promocionarse mediante blogs y páginas de internet, les han enseñado a venderse, y les han entregado una bonita etiqueta para pegarse en la frente.
A mí no. No sé venderme. No tengo tiempo que dedicar a escribir blogs. No quiero trabajar por 5 cts/palabra y que no me paguen las iteraciones. Las agencias han hecho mucho daño a la profesión.
Todos admiramos a actores maravillosos que sin embargo no han pisado nunca una escuela de interpretación. ¿A alguien se le pasaría por la cabeza no ir a ver sus películas por el mero hecho que no tengan el diploma del Actor’s Studio?
¿Y todos esos escritores que nos deleitan con sus novelas y ensayos? ¿Sólo leemos a los que tengan una licencia en literatura comparada?
La traducción también es un arte. Es el arte de las palabras. Y el arte sin talento no es arte.
Lo que hace falta en esta profesión, es hacer piña entre todos: licenciados y autodidactas. Es dejar de menospreciarnos y considerarnos enemigos. Es reconocer el talento donde lo hay. Es aceptar que hay profesionales excelentes porque lo llevan en la sangre. La criba se debe hacer según la calidad, no sobre el presupuesto que una etiqueta es la garantía de esa calidad. Porque en muchos casos, no será así.
PD: Mi diatriba trata de traducción general y literaria. De ningún modo quiero ofender a los profesionales de ámbitos especializados que sí requieren de estudios concretos.